viernes, 22 de noviembre de 2013

No hay mayor derrota que huir antes de comenzar el juego.

Hasta ahora todo fue fácil.
Todo calculado, establecido, sin tener que preocuparnos individualmente por el qué haremos... Cuando eres pequeño, y tienes claro que quieres estudiar: secundaria, bachillerato... y después la difícil decisión de qué carrera elegir, y una vez en ella preguntarte año tras año si fue la correcta. Pero es una educación reglada, lo máximo que tienes que hacer es estudiar, realizar prácticas y trabajos para las distintas asignaturas, etc. Todo resulta fácil.
Pero ahora, en el último curso, llegan las dudas ¿Qué harás el año que viene? ¿vas a hacer un máster y seguir huyendo de lo inevitable? De afrontar un mercado laboral en el que te tienes que hacer un hueco, de aprender a ser un adulto, donde no te ponen las cosas por delante y tienes que luchar cada día para mantener tu puesto de trabajo (salvo que oposites porque prefieras tener el suelo firme bajo tus pies).
Pero ante ese temor, que todos los que terminan la carrera están pasando, sólo puedo mostrar una buena cara. Aunque este sistema educativo me parezca lamentable hasta límites insospechados, pues no recibimos una educación que se salga de lo teórico, y que, siendo pragmáticos, esos conocimientos se olvidan y  no tienen utilidad más que a nivel personal; sé que no es algo de esta universidad (que no es ni mejor ni peor), es algo global y como tal, muchas personas se han enfrentado a este problema y han sabido lidiar con ello y mejorar. Y nosotros no seremos menos.
Que este blog sirva de autocrítica y constancia de ello.

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